Una habitación, una mesa, cuatro sillas, posters de los beatles, fotos del Che, ropa tirada por ahí. Ceniceros inundados, vasos q se llenan y se vacían, y palabras, millones de palabras.
Fue una noche inusual, una de esas donde vale la pena pensar. Una partida de poker donde lo único q se apuesta es nuestra idiosincrasia. Donde ponemos sobre el paño lo q somos y, expectantes, esperamos q nos lo arrebaten mediante una escalera dialéctica. Todo esto se convierte en un juego donde el azar poco tiene q ver, nuestras cartas son el razonamiento, la claridad, la oratoria, la experiencia y el carisma. Y lo curioso es q nunca nadie pierde, sino que nos vamos con nuevas formas de ganar este juego. Las revanchas no suelen ser inmediatas, pero cuando ocurren son dignas de ser narradas.
Fue una noche inusual, una de esas donde vale la pena pensar. Una partida de poker donde lo único q se apuesta es nuestra idiosincrasia. Donde ponemos sobre el paño lo q somos y, expectantes, esperamos q nos lo arrebaten mediante una escalera dialéctica. Todo esto se convierte en un juego donde el azar poco tiene q ver, nuestras cartas son el razonamiento, la claridad, la oratoria, la experiencia y el carisma. Y lo curioso es q nunca nadie pierde, sino que nos vamos con nuevas formas de ganar este juego. Las revanchas no suelen ser inmediatas, pero cuando ocurren son dignas de ser narradas.