La noche mastica al día, come y digiere su luz, en un círculo vicioso nefasto. Su oscuridad nos envuelve, nos abraza para hacernos sentir confortables, mientras aniquila todo aquello que brilla fuera. Nos hace deambular en penumbras, casi cegándonos, para empantanar nuestro camino hacia lo real, incluso consigue hacernos dudar de haber llegado al punto de partida en la búsqueda de lo verdadero. Nos presenta espejismos, visiones lúgubres y atemorizantes, para menguar nuestro espíritu desafiante de los convencionalismos y que al fin logremos empezar a caminar el sendero de lo que todos deberíamos llegar a ser.